miércoles, 20 de diciembre de 2017

Violencia de navidad (visperas de mierda)

2017. No hay ni habrá felicidades ni felices fiestas.
Este diciembre está teñido de violencia que se multiplica cada vez que una vieja, un periodista, un senador o un joven facho le echa la culpa a "lxs revoltosos", esos eternos desconformes.
Nuestra historia de disconformidad: no nos adaptamos. Ni lo haremos.
Nuestra violencia es existir
Es querer existir.
Es negarnos al despojo actualizado. Las carabelas contemporáneas y sus especies financieras.
Nuestra violencia es poner nuestras cuerpas neoliberalizadas adelante de las reformas y de los búnkeres donde a puertas cerradas se define nuestro destino.
Son las compras de navidad a precios rebajados, los que compran la maqueta pasajera de un mundo colorido con olor a sidra y nuez. Nuestra violencia es que no podemos pensar en otra bengala que no sea la de la manifestación, la que viene con el grito y encuentra la bala como respuesta.
Nuestra violencia es saber que no podemos evitar la próxima violencia pero que la vida se intensifica y cobra sentidos al estar juntxs resistiendo. Nuestra violencia es que la calle ya no tiene nada que ver con lo “común” y que lo público se transformó en espacio sujeto a control y reglamentación policial.
La violencia no es una elección sino la condición de nuestra existencia. Nuestra violencia es salirnos del eje yoico y empatizar con los dolores que nos llenan de violencia. Nuestra violencia es odiar la injusticia; que nos duela la bala y también el dedo que gatilló siguiendo alguna orden o peor, siguiendo un deseo.
Es nuestra la violencia de que ya no haya un nosotros donde reconocernos y también que la existencia tenga cada vez más forma de mercadería.
Nuestra violencia es.
Nuestra violencia es que el silencio firma el pacto implícito que manda a los más vulnerables a la primera línea de fuego. Son los aromatizadores de la conciencia, el gas lacrimógeno del que inflan sus globos. Nuestra violencia es que en vez de transformación llegó cambiemos.
Nuestra violencia es creer que tenemos tanto más que perder; son hombres blancos vendiéndonos la libertad mientras se tocan la pija erecta por fantasías de poder. Nuestra violencia es la perversión de los mecanismos de visibilidad que nos exhibe logrando instantáneamente volvernos invisibles. Nuestra violencia es la semiosis del mundo devorando a lenguajes y traductorxs para cagar imágenes.
Nuestra violencia es la incapacidad de las imágenes de cruzar la frontera de la retina en un resplandor que nos mantiene encandilados. Es no haber aprendido a hacer política con el cuerpo; es la representación; es que nuestra producción de imágenes está encapsulada por un cerco invisible.
Nuestra violencia son los infiltrados, la desconfianza, el golpe bajo, la mentira oficial, las vísperas de lo que nunca llega, el gobierno por simulacro, los decretos de realidad.
Nuestra violencia es encontrarnos en la disyuntiva entre la insistencia ciega o la rendición con lucidez.
Son los titulares de los diarios, la tergiversación incontestable, la centralidad del centro, la forclusión del deseo, la censura de imaginarios sofocados por la realidad (imaginaria), la cartelera de fracasos que nunca nos margina. Violencia es la abstracción de las contradicciones, las soluciones liberales, la cultura para el trabajo, la unidad nacional y sus símbolos con manchas antiguas de sangre nueva, el odio al parecido, el miedo al diferente.
La gente que sale de las iglesias universales, el olor a meo de las veredas de las iglesias, el olor a nada de los chirimbolos de navidad, los préstamos en efectivo, los 50 minutos de informativo dedicados al shopping de la señora, al ritual de El señor.
Nuestra violencia es el miedo a nosotros mismos, son las cifras que nuestros presupuestos no- comprender, es quedarnos en casa cercando nuestra existencia en los metros cúbicos que el sueldo consiguió privatizar, es la privatización de la existencia, el sálvese quien pueda, es el "feliz navidad".
La violencia es. Percibirlo da un indicio de que queda amor abajo de alguno de los tejidos que la bala perforó, que el gas hizo temblar, que el grito convirtió en rabia, que el mantel de navidad intenta tapar pero aún así sangra.
Este diciembre el rojo de la navidad es el de la sangre de lxs compañerxs que están matando, acá al lado, muy cerca de tu país y quizás cerca de tu barrio.
¿Cómo vas a celebrar?

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